Descansar de lo que se ama
Sobre honrar el lenguaje del cuerpo y poner en pausa sin miedo a la desaparición
Es domingo por la tarde. Desde que volví de España E y yo hemos tomado la costumbre de venir a un café que nos gusta, uno que recibe el último rayito de sol de la tarde entre helechos y monsteras, y pasar un par de horas en silencio, practicando el estar juntxs sin socializar y dejándonos el uno al otro el espacio necesario para perdernos en los mundos de adentro. Mientras E escucha sus discos, yo tomo notas para publicar en estas cartas. Hoy tomé muchas, pero no me convencieron en absoluto. Tenía ganas de hablar de que la semana pasada tuve muchísimo trabajo y de cómo todas esas horas de pantalla me hicieron pensar sobre la relación entre tener una profesión que se parece mucho a ti y ser simplemente humana, pero estoy tan aburrida de darle vueltas a ese tema que cada intento de carta me ha llevado al fracaso. En esencia, lo que quería compartir es una idea que me ha traído mucha paz estos últimos tiempos: podemos descansar de aquello que amamos. Podemos decir te amo, pero ahora no. Podemos distanciarnos un momento de nuestro objeto de deseo para admirar desde la lejanía en lo que se está convirtiendo. Podemos poner en pausa los proyectos. Podemos practicar la espera y aún así nada de lo que amamos desaparecerá.
Este pensamiento es muy reciente en mi vida y lo aplico más que nada en mi trabajo. Durante años he estado preguntándome cómo deseo vivir y gran parte de la respuesta tiene que ver con lo que me ocupa día tras día. Me doy cuenta de que me cuesta mucho descansar de mi hacer, porque sin él muchas veces me he sentido perdida: ¿quien soy cuando no leo, no escribo, no reflexiono, no creo, no estoy atenta a lo que me va pasando por dentro?
Sinceramente no tengo respuesta a esta pregunta. Pero me interesa mucho seguir haciéndomela, porque amar lo que se hace también puede convertirse en una trampa que una se pone a sí misma sin darse cuenta. Por eso cada vez que siento que me identifiqué demasiado con mi hacer, me pongo en pausa y espero. Usualmente esa inteligencia que es mucho más grande que yo, empieza a señalizar las vueltas que he de dar en mi camino.
En la carta fracasada quería hablar de que este viernes levanté la vista de la pantalla que tenía ante mí y sentí vértigo. Miré al cielo tratando de volver a ser cuerpo, porque la vida-busto (mucha mente y mucho zoom) prescinde de él, de la conciencia de él, y peligrosamente nos sitúa en un limbo donde el sentir se vuelve inaccesible. Sentí vértigo pero esta vez no me asusté: sabía exactamente qué tenía que hacer, así que llamé a una amiga y caminé y al día siguiente estuve bordando muchas horas, perdida en ese plano de la mente que no piensa, sino que divaga, recrea, rememora, imagina, sin apegarse a nada de lo que cree «real».
A menudo le pregunto a mi cuerpo qué necesita y mi cuerpo responde: no sé. Soy consciente de que llevo años viviendo con la mente como líder, y eso me ha puesto en peligro muchas veces. La mente dice “vamos” y el cuerpo dice que no a su manera, en un lenguaje que no he sabido escuchar. Y entonces va a donde no quería ser llevado y nuestro vínculo se fractura. En este punto de mi vida nada me parece tan importante como aprender la forma en la que me habla y darle su lugar.
Por eso, descansar de lo que amo ya no significa más sentir que me traiciono, ni que me estoy desenamorando de las pasiones que por tanto tiempo fueron mi casa. El descanso ahora es una forma de honrar el no sé de mi cuerpo. El que ante el vértigo ya no siente pánico, sino que cierra la compu aunque todavía quedan cosas por hacer y prioriza una salud más antigua, una salud que integra y que pone cada cosa en su lugar.
Descanso de leer, de escuchar audios de amigas, de hacer crecer los libros que estoy escribiendo, de darle vueltas a las creaciones que nacen y en ese silencio llegan, como goteando, pequeñas respuestas como racimos de uvas frescas en el culmen del verano.
Esto me hace sentido últimamente, ¿y a vosotras?
con amor,
mari
Qué lindo leer esto. Qué lindo recordarnos que no lo que se ama, esos objetos de deseo que vamos creando a lo largo de nuestra vida, no van a desaparecer si nos distanciamos un poco. La distancia óptima que ha sido un concepto constante en terapia y que a veces se me olvida.
Gracias Marina por tus letras. Siempre se siente bonito ver que llega tu correo.
hermoso!