Comienzo a escribir esta carta en la mente, donde comienza toda forma antes de ser mundo. Hace días que lo hago, atraigo palabras, las masco en mi boca, después me arrepiento y me digo que aún no. Me retiene el miedo que corre, a partes iguales, al costado del deseo. Uno tira de mí hacia dentro, me paraliza y me llena de incertidumbre. El otro en cambio me pide con alegría que me deje de joder, que no es para tanto, un juego, siempre, como toda creación. Me animo.
Entonces comienzo a escribir.
Quiero decir: hola, muchas de las que estamos por aquí ya nos conocemos, qué rico escribiros de nuevo, cómo habéis estado, y bienvenidas también todas aquellas con las que nunca hemos cruzado palabritas, ojalá quieran seguir por aquí.
Digo también que me llamo Marina, que hablo muchos españoles, que estoy mezclada y que este es el espacio donde vengo a reconocer la suma de las partes y el valor del conjunto. Me recuerdo diciendo muchas veces en el último año que me sentía disociada. Partida en dos entre la vida que se ve y la que no, la de mi trabajo como escritora, editora, acompañante creativo, y esta otra que tímidamente busca una forma, la de las plantas medicinales, las flores, la energía, la vibración, el autoconocimiento. Esta primera carta es, como siempre, una declaración de intenciones: anhelo, como cualquier ser humano, la totalidad de las cosas.
Estos días me pregunto mucho sobre la relación entre ser y servir. La palabra servir viene del latín servire, de donde derivan, a su vez, atender, cuidar, pero también esclavo. Nunca dejo de preguntarme cuál es mi propósito. Muchas veces he sentido que mi palabra, esto que doy, cuida y me esclaviza por igual. Aprendo a hacer las paces con los dones.
Mi antiguo nombre era Maitena Caimán, quizá te llegaban mis cartas entonces. Ahora habito un nuevo espacio. Se llama Caminar en belleza porque pienso que la vida es un sendero lleno de frutos maravillosos que viven dentro de nosotras. Prefiero llamarlo entonces puente. Caminar en belleza es un puente para llegar a nuestro jardín, cuidarlo, amarlo, rebosar de alegría. Hablo del jardín como de nuestra naturaleza atómica, el universo interno que todas genuinamente somos.
Pero también, en lo más íntimo, Caminar en belleza es una reparación. Viene a unir lo que, yo, géminis de manual, tanto me empeño siempre en separar: la vida de la mente de la del cuerpo, la del espíritu de la química emocional, el adentro del afuera, la palabra del silencio. La dualidad, en fin. Mi reparación es la totalidad, una totalidad humana, claro está, que anhelará siempre el absoluto. Una coexistencia pacífica entre los mundos.
Si soy plantas, flores, diarios, más plantas, filosofía, ciencia, luz, energía, si soy psique y soma, ese es mi servicio ahora. Irá cambiando porque el agua fluye siempre.
Estas cartas son el relato íntimo de ese caminar. Donde mi sendero privado se comunica con el tuyo. Donde me siento en confianza para expresarme más libremente, porque si estamos aquí es por nuestra propia voluntad.
No me extiendo más. También cultivo el silencio a veces, cuando me dejo, y lo amo.
Quisiera saber si sigues al otro lado, espero tus palabritas.
Con amor,
mari