Recuerdo la primera vez que alguien me dijo la frase: «lamento que esto te haya pasado». Había vuelto a Barcelona varios años después de haber vivido allí y me acababa de reencontrar con la persona con la que había tenido una relación durante aquella época de mi vida. Estábamos en su casa poniendo en común la historia de nuestro vínculo, una historia que parecía contada en dos idiomas distintos. Cuando estaba a punto de irme, le miré y dije «hay algo que no te he contado». Lo primero que él quiso saber era si el bebé había sido suyo. Acto seguido, una frase sencilla. «Lamento lo que te sucedió». Salí de su casa muy cerca de la Catedral del Mar y caminé hasta el Clot, donde estaba el piso de mi amiga, con la música del año 2013 en el ipod.
La verdad es que no había pretendido contarle aquello; al fin y al cabo, el bebé no era suyo. Tampoco había llegado a imaginar qué podría pasar si se lo contaba, así que su reacción me pilló tan de improviso como mi propio impulso confesor. Sin embargo, al salir de su casa y durante los meses siguientes empecé a sentir una ligereza distinta en lo que respecta a haber vivido esa experiencia a solas. Yo no le había pedido a nadie conmiseración ni pena, es más, la había evadido a toda costa bromeando sobre el tema, como si al pasar por el quirófano me hubieran extirpado un minúsculo quiste en la espalda sin dejar cicatriz. Tal vez por mi actitud de que todo estaba bien y yo era lo suficientemente fuerte para soportarlo, la gente a mi alrededor había recibido la noticia del aborto como si fuera un simple trámite. Uno rápido, además, porque yo tenía que irme. La prisa ayudó a disipar el peso emocional de la historia. Si llegué a escuchar una palabra compasiva sobre el tema, no la pude recibir. A menudo pasa que decimos y nos dicen palabras que no podemos tomar, encarnar. El oído escucha pero el corazón no puede, y así las palabras de alivio se pierden. Cuando M dijo que lo lamentaba por mí, tantos años más tarde, por primera vez pude recibirlo.
Me avisa mi amiga por mensaje: «están exponiendo a Y en Buenas raíces». Buenas raíces es un grupo de whatsapp donde casi 1000 mujeres pedimos y ofrecemos ayuda mutua, compartimos consejos, información y cualquier otra cosa que se necesite. Algunos días el flujo de mensajes es abrumador, así que tengo que scrollear un buen rato hasta que encuentro la denuncia. En un primer vistazo parece como si estuviera viajando cinco años atrás: las mismas fotos que el día que le conocí y las mismas palabras para describirlo que yo tuve que aprender para entender su violencia. Se siente en el mensaje cierta contención. Una contención comprensible, teniendo en cuenta que por más millones de personas que vivamos en esta ciudad, los círculos son pequeños. Teniendo en cuenta, también, el clima político a una frontera de distancia. Teniendo en cuenta el miedo. No puedo evitar responder en el chat corroborando su historia: narcisista patológico, anda a la caza de chicas vulnerables, es obsesivo y mentiroso, lo tuve que bloquear. Al parecer, no soy la única en el grupo en responder que lo conocía. A la luz del tiempo, aquella relación tan breve ya ha perdido su peso en mi historia personal, pero al mismo tiempo sigo poseyendo una voz interna que me dice lo estúpida que fui para dejarme engañar, que me dice tóxica, boba, confiada, y me culpa.
De inmediato la chica del mensaje me escribe por privado pidiéndome compartir mi experiencia. Al principio dudo. Me contengo yo también. Me pregunto si es seguro exponerme exponiéndolo a él. Pero al final es ella la que empieza a hablar y yo escucho, en sus palabras, mi propia historia.
Cada cosa que dijo era una mentira, incluida su fecha de nacimiento, sus apellidos, el número de hermanos. Un día su mamá tenía cáncer, otro era lesbiana, otro su papá se agarraba a golpes con quien fuera y él también. Decía que mentía porque a su familia una vez la habían secuestrado. Descuida a su gata, a su perro. Una casa linda, interesante, ven a vivir en ella, por qué no. Enigmático, cuesta descifrarlo, sí, una se agota tratando de descifrar. Utiliza el sexo como poder. La ausencia de sexo como poder. Las mismas fotos en la ducha, en la cama. Videos sin consentimiento. Mentirá y te dirá mitómana a ti. Mentirá y te bloqueará y te desbloqueará y te bloqueará otra vez. Cuando ya no puedas más, te amenazará. Te dirá loca. Te dirá que te lo estás inventando todo. Que le robaste. Verás su fecha de nacimiento en el pasaporte que tú misma buscaste entre sus cosas porque sí, te volviste loca y quieres saber que al menos una parte de lo que dijo es cierto.
Confieso que fue entonces cuando me acordé de la historia en Barcelona. Agarré las palabras que M me había ofrendado tantos años antes y las repetí para ella: «Siento que hayas tenido que pasar por esto. Siento lo que te pasó».
Como respuesta recibo un «también lamento que tú hayas tenido que vivir esta historia».
¿Pesa menos el dolor cuando alguien toma un pedacito en sus manos?
Esa misma noche la amiga que me había avisado del escrache público me preguntó cómo me sentía. Le dije que normal y poco después me fui a la cama. Nunca sueño con este chico y aquella noche no fue la excepción. Me desperté tranquila al día siguiente. De inmediato tuve la certeza de que había estado esperando este momento desde hacía cinco años: el día en que alguien más denunciara la manipulación y las mentiras de Y públicamente. Aunque no fui yo, y aunque para mí aquel dolor ya se había extinguido tiempo atrás, sentí los efectos terapéuticos de ver reconocido mi duelo y mi angustia. Un mensaje público también puede ser un «siento esto contigo». Un aviso bienintencionado en un grupo puede sentirse como un reconocimiento, como un «no estabas loca». El peso oscuro que había cargado conmigo todo este tiempo sin saberlo de pronto se soltó y simplemente se esfumó.
Me llamo Marina y soy humana. Escribo sobre crear una vida significativa y preciosa a través del contacto con los lenguajes simbólicos, las plantas, los sueños y sobre todo la escritura. Esto que estás leyendo es mi autobiografía interior en construcción. Soy autora de varios libros, el más reciente, Estudio de aves en vuelo. Puedes ver mis cursos de autoconocimiento y escritura para hacer alma en esta página o hacerte suscriptorx de pago para recibir todos mis ensayos.