Sueño con pintar y luego pinto mis sueños, Vincent Van Gogh
Este nuevo año comenzó con un par de viajes a Centroamérica. No tenía una imagen demasiado concreta de lo que iba a encontrar en Guatemala —sí en Costa rica, donde ya había estado dos años atrás y donde me dediqué a presenciar los preparativos de boda de mi querida Brownie de ají— así que fue una delicia permitirme descubrirlo con amigas y sin demasiadas expectativas. El lago Atitlán, el pueblo neohippie de San Marcos de la Laguna, Panajachel, el Hato y la Ciudad: visión sin imagen previa, salvo quizá, la de los muelles sobre el lago. Lo más especial fue subir el volcán el segundo día de enero. Hacía frío, pero sobre todo niebla, no sabíamos si podríamos llegar a la cima ni si lograríamos ver a su volcán gemelo, el Fuego, cuyas cumbres distan 1,2 kilómetros, eruptando lava incandescente y cenizas. Tampoco nos importó que las nubes se movieran tan rápido que a veces solo pudiéramos oír su rugido en una oscuridad total. Logramos verlo, sí. Y callamos para recibirlo. Fue suficiente.
Cuando regresamos a Antigua comencé a soñar con volcanes cada noche. Eran sueños telúricos en toda su potencia: en uno de ellos me encontraba en el interior de un volcán con otras personas cuando este entraba en erupción. Veía el géiser de lava ascenciendo hacia el cráter desde mi recoveco, con la certeza de que si tardábamos en escapar de allí moriríamos por los gases tóxicos. En otro sueño recibía como herencia un cráter de arena sobre el que antaño se había construido un centro comercial. Cuando miraba por el agujero —yo quería conservarlo, volverlo un monumento para visitar— encontraba una larga hilera de ataúdes. En otro, me encontraba en mi casa de la infancia. Desde la ventana veíamos, mis compañerxs y yo, un volcán amarillo lanzando rocas y fuego. Cuando dibujaba la imagen en un papel me equivocaba. En lugar de ubicar la lava saliendo desde el cráter, lo hacía desde una de sus aristas más abajo. Alguien se acercaba a mi dibujo y me señalaba el error. Este fue el sueño que terminó de convencerme de que debía pintar.
Un domingo coloqué el caballete junto a la ventana del salón, una hoja de papel en vertical y preparé los óleos, los pinceles y el aguarrás. Tenía claro lo que quería pintar: el mismo dibujo que en el sueño alguien señalaba como errado. Sabía que había información en él, un mensaje —o varios— procedentes de mi mundo inconsciente que quería hacerse visible para la conciencia. Me puse la ropa de pintar y sentada frente al lienzo dejé que la mano fuera quien guiara el trabajo. El pincel se mojó de rojo primero: el tejado de la casa de mi familia en el valle. Después de verde: la silueta del volcán. Color a color, trazo a trazo, el dibujo empezó a cobrar forma mientras yo lo miraba aparecer.
De qué va vamos a hablar hoy
1. La naturaleza de los sueños recurrentes
2. Apegarse a la imagen: ¿qué significa?
3. Técnicas de registro: escritura, pintura y tarot
4. Exploración y asociación simbólica: en mi caso, el volcán
5. Invitación a la práctica
La naturaleza de los sueños recurrentes
A decir verdad, esta no era la primera vez que soñaba de forma recurrente con volcanes en explosión o dormidos. Como muchos de los sueños donde las fuerzas de la naturaleza parecen indómitas —tormentas, huracanes o tsunamis—, al despertar siempre tengo la sensación de que es urgente atenderlos. Por ejemplo, como habitual soñadora de las aguas, he tomado por costumbre estar atenta a mi clima emocional después de haberme encontrado durante mis veladas oníricas con mares tranquilos, tormentosos océanos de piratas, cenotes, decenas de diferentes ríos, afluentes, charcos, lagos, lluvias y manantiales. En un principio, soñar con agua me genera ansiedad, porque la temo. Sugiere profundidad, emociones revueltas, temas maternos, torrentes subterráneos que empiezan a nutrirse desde nuevas fuentes, aunque todavía no pueda adivinar cuáles serán. Promete cambios y turbulencias. Estados de ánimo que no siempre disfruto. Digo, en un principio, temía los sueños de agua, pero con el tiempo y un registro tozudo en mis diarios, he llegado a comprender que agua no siempre es sinónimo de bajar por los rápidos sin ayuda ni flotador. Ningún símbolo es cerrado. Es la experiencia directa con nuestro inconsciente personal la que le da sentido a una imagen. Por eso los diccionarios de sueños al estilo de Freud (quién no ha preguntado alguna vez: «Google, ¿qué significa soñar con agua?») no tienen mucho sentido: tienden a dejar fuera a la psique soñante.
Los sueños, decía Jung, son la vía regia al inconsciente, es decir, el atajo. Incómodos porque les falta lógica, abrumadores a veces, pero, sobre todo, incomprensibles para la mayoría de los involuntarios soñantes, las historias que vivimos de noche, aunque carezcan de gramática, están entregando un mensaje. Por eso los sueños recurrentes me interesan tanto. ¿Será que hice caso omiso a un sueño tras otro, de modo que la repetición es una forma sofisticada de mi psique de decirme HAZME CASITO? ¿Será que sí escuché el mensaje, y que los sutiles cambios entre un sueño con volcanes y el siguiente sugieren la dirección en la que cierta energía psíquica se está moviendo? Sueño con volcanes a veces, pero confieso que no es mi sueño más frecuente. ¿Qué tan necia soy, si sigo soñando una y otra vez la misma escena, y nada cambia?
En aquel viaje a Costa Rica mi amiga nos llevó a una pequeña librería de San José, donde encontré el libro de Ione Escuchando en sueños. Dice al respecto de los sueños recurrentes:
«Recorremos nuestras temáticas oníricas del mismo modo que un pintor transita una fase específica de su obra artística. Por ejemplo, los ´sueños paternos´ podrían seguir apareciendo hasta que aceptemos las características de dicha relación. Una narrativa completa podría aparecer frecuentemente en nuestros sueños hasta que superamos el obstáculo en nuestra psiquis.»
Tengo la sensación de que cuando un sueño es finalmente escuchado, se esfuma. «Escuchado» aquí no quiere decir que es narrado, contado en voz alta, ni siquiera escrito o pintado. Decía James Hillman, un autor de esos que aparece hasta debajo de las piedras cuando estudias psicología junguiana y te interesa lo que la psique tiene para contar, que debemos «apegarnos a las imágenes». Esto es lo más difícil: apegarse a la imagen quiere decir resistirse a sacar conclusiones apresuradas. Si Hillman me viera por las noches, cuando despierto al baño y por el camino trato de entender de un plumazo los últimos retazos de sueño que conservo en mi memoria, diría que soy una pésima aspirante a analista. Resistir la ansiedad es difícil cuando la única vía para vincularse con un sueño es la racional. Vamos con actitud de carterista al sueño y le pedimos que nos dé todo lo que lleva encima. Pero nunca funciona.
Apegarse a la imagen: ¿qué significa?
Significa tratar de no interpretar. En general, en el análisis junguiano (a diferencia del psicoanálisis clásico de Freud, Klein, etc), se piensa que nadie tiene la verdad sobre un sueño, si acaso el o la analista son los acompañantes del analizadx en la búsqueda de esas primeras asociaciones que deja un sueño y que provienen. Asociación: una palabra más linda en este caso. ¿Qué sientes ante esta imagen? ¿A qué te recuerda? ¿Se parece a alguien este personaje de tu sueño? ¿Qué querrías hacer si pudieras entrar en él y actuar? Las preguntas sirven para que sea la soñante la que construya, ladrillo a ladrillo, el puente con el inconsciente. Me gusta la postura del análisis porque la siento respetuosa, incluso decolonial, si se me permite la analogía. Yo no tengo tu verdad y tú no tienes la mía. ¿Vamos juntas a encontrarlas?
Apegarse a la imagen, para la rama más arquetipalista, significa literalmente ver lo que hay y no asociar con nada extra. Si hay un pez, vamos a los libros de biología a buscar de qué pez se trataba. Esta no es mi forma de experimentar los sueños, pero vale la pena mencionar que cada analista, como cada soñante, tiene una ecuación personal. A unxs nos gusta más fascinarnos en la red de asociaciones, a otrxs buscar motivos arquetípicos, a otrxs interpretar…
Técnicas de registro: escritura, pintura y tarot
Yo no quiero que los sueños que considero importantes se mueran rápido. Apegarse a la imagen, en mi lectura personal, también significa quedarme con ella el tiempo suficiente para que pueda decantar posibles mensajes y significados dentro de mí sin que yo tenga que emplear mi parte más racional para ir a buscarlos. Por eso el trabajo con un sueño puede tener muchas fases y formas. Aquí comparto tres formas de registro que utilizo con frecuencia y que con la práctica se vuelven tan naturales como prepararse un café por las mañanas. Y sí, puedes hacer las tres con un mismo sueño.
1. Escritura
La primera, por supuesto, es dejar registro de los sueños recurrentes en un diario onírico (cuaderno, servilleta, hojas sueltas, post-its, incluso notas del móvil: no importa dónde). Como en cualquier registro de sueños sencillo, vamos a escribir como si estuviéramos viviendo el sueño otra vez, en tiempo presente. «Estoy dentro del cráter de un volcán…». Con los sueños recurrentes en específico a mí me gusta tener una herramienta de seguimiento. En este caso utilizo post-its de colores tipo marcapáginas para ir señalando la reiteración de ciertas historias, imágenes o sensaciones. Por ejemplo, tengo toda una serie de sueños recurrente con mis amigas, y otra serie de sueños que hablan de traición. Cada sueño es un capítulo de esas historias y me va señalando las transformaciones y estancamientos que van sucediendo en mi mundo interno.
2. Pintura
Fue gracias a un sueño que comencé a pintar otra vez, después de ¿20? años que no me animaba porque lo sentía improductivo, perder el tiempo. Pues bien, estoy alucinada con esta nueva práctica y con la presencia tan poderosa que tienen los sueños pintados en relación los escritos. Para empezar, si pintas al óleo, te tardarás varios días en registrar una sola imagen, ni siquiera el sueño completo (lo cual a mí me ayuda a detectar cuál es el centro de gravedad de la historia). La pintura fresca tarda horas, a veces días en secarse, lo cual significa que tu imaginación seguirá entretenida, extrayéndole su jugo, a la imagen que estás pintando.
No tener óleos no es un impedimento para registrar un sueño a través de la pintura. Sirve tanto el rotulador, las pinturas clásicas, las ceras. Inlcuso el collage. Mirad este increíble trabajo que hicieron dos amantes mandándose postales oníricas que ellxs mismos recortaban y narraban.
3. Sacar una carta del Tarot
Por último, podemos entregarnos a la sincronicidad y el juego. Cualquier tarot u oráculo nos sirve para iniciar la cadena de asociaciones y que los mensajes de nuestro sueño empiecen a aparecer. Es tan sencillo como sacar una carta y permitir, sin necesidad de ir corriendo a ver qué significa, que sus símbolos empiecen a entrelazarse con los del sueño. Luego sí, mis queridas, vayan y dense el gusto de leer, investigar qué quiere decir la carta, la numerología, incluso el signo zodiacal bajo el que se encuentra… Los tarots son diccionarios de símbolos en sí mismos, cosmogonías completas en 72 cartas. Todo el universo cabe en su interior.
Te recomiendo que anotes qué carta te ha salido junto al registro escrito de tu sueño y que a lo largo del tiempo vayas observando qué recurrencias encuentras no solo entre los motivos de ese sueño que no te abandona, como en los elementos del tarot.
Exploración y asociación simbólica: en mi caso, el volcán
El último sueño que pinté fue el del volcán. Lo tengo en mi salón, todavía en el caballete, aunque sé que, al menos en esta versión, está terminado. Hay algo que me ata al color naranja fosforito de la lava y sigo preguntándome por qué el fuego no llega hasta el cráter. También me ha incomodado mucho el tamaño de la casa. Desde que la pinté, la sentí grande. Si hoy volviera a pintar el sueño, la haría más chiquita, dándole protagonismo al volcán. Qué interesante, pienso mientras escribo, lo que podría significar que esa casita que es la de mi infancia, mi origen, mi primer rol hacia el mundo, mis primeras creencias y reglas, me parezca demasiado grande en relación al volcán, cuya presencia me habla de la energía creativa, explosiva, generativa, de la gestación, la chispa, etc. La quiero hacer chiquita, lo cual tal vez pueda significar que algo de mi energía creativa quiere ocupar más lugar en relación a lo que ya es familiar.
Nunca dejó de llamar mi atención el hecho de que la lava salga por una arista del volcán y no por el cráter. ¿Es que esa energía creativa que quiere salir no tiene la suficiente fuerza para llegar hasta la cumbre? ¿O es que está saliendo por el lado equivocado? Quizá no necesita llegar hasta el cielo, es una energía creativa más terrenal, del aquí y el ahora, y menos espiritual y evasiva. No tengo un significado claro. Me apego a la imagen. Espero que el sueño evolucione y se me vuelva a mostrar, diferente esta vez, en movimiento.
Para terminar, también podemos ir a buscar el significado de ciertas imágenes arquetípicas (como el fuego o la casa) a diccionarios de símbolos. Comparto acá dos fragmentos que le aportan una nueva mirada al sueño:
De El libro de los símbolos de Taschen:
El fuego:
«En cierta medida, todas las cosas vivas son fertilizadas, templadas, maduradas o destruidas por distintos tipos de fuego. […] El fuego visible fue insinuando un fuego invisible que da vida a nuestra esencia y se manifiesta en las variadas oscilaciones y excitaciones de la vida psíquica.»
Del Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot
El volcán:
«No solo es símbolo de la fuerza primaria de la naturaleza y del fuego vital (creador y destructor) sino lugar simbólico del descenso (involución) de los elementos, que en su pozo se relacionan y transforman (aire, fuego, agua, tierra) […]. Un sentido importante dimana también de la especial característica del volcán, en el cual, tras una larga fase de trabajo latente, contenido y oculto, sucede una brusca y terrible erupción.»
Invitación a la práctica
Esta semana es más que evidente: empieza a registrar sueños que aparezcan a menudo.
Para compartir en comentarios:
¿Tienes un sueño recurrente al que te gustaría seguirle la pista y comentar aquí su evolución? ¿Qué imágenes, símbolos o temas son comunes en tus sueños?
¿Sobre qué te gustaría que profundizara en próximos ensayos?
Estos ensayos están vivos porque los escribo para vosotras y con vosotras. Por eso, me encantaría saber qué temáticas os interesan o qué preguntas sobre autoconocimiento, escritura, psicología junguiana, lenguajes simbólicos o mundo interior os gustaría que respondiera en próximos ensayos. Puedes dejar tu pregunta aquí:
Me llamo Marina y soy humana. Escribo sobre crear una vida significativa y preciosa a través del contacto con los lenguajes simbólicos, las plantas, los sueños y sobre todo la escritura. Esto que estás leyendo es mi autobiografía interior en construcción. Soy autora de varios libros, el más reciente, Estudio de aves en vuelo. Puedes ver mis cursos de autoconocimiento y escritura para hacer alma en esta página o hacerte suscriptorx de pago para recibir todos mis ensayos.